Primicia: El baile de la (chambonada) gambeta
No hay que llegar a las mentiras, no nos las digamos, el fútbol como muchas otras cosas en la vida tienen elementos que simplemente no deberían existir o al menos compartir. Así, como a la nucita le sobra el chocolate, a foto Japón le sobra el disfraz de karateca en los vendedores, a las mujeres les sobra el tacón de plataforma trasparente y animal print, al fútbol por ende le sobran los comentaristas.
Es necesario aclarar que los comentaristas del fútbol son invenciones del diablo, o algún ángel caído que estaba muy desocupado y creyó que el ruido, la exageración y las triplicación al cubo de la letra R, eran elementos necesarios en el futbol. Teniendo clara esta premisa, es fácil entender el por qué, estos seres llegan a provocar tal repulsión en mi ulcera, y en mi cabeza, que ni el advil mas compuesto, fuerte y pateadolores, puede quitarme de los oídos tal volumen de sandeces y perversiones juntas. Estas personas, viven y mueren para el futbol, el futbol aparentemente es su razón de ser y es el motivo por el cual nacen, viven, comen, y se reproducen. Sus vidas giran en torno a este deporte, dicen ser eruditos y expertos del tema, lanzan criticas mordaces y poco veraces en contra de lo que ellos creen está mal o está bien. La objetividad, evidentemente la extraviaron en alguna cantina, o simplemente se les daño, cuando muy borrachos fueron al baño y esta, cayera por el excusado rumbo a la mierda y junto a ella. Es fácil amargarse escuchando a estos seres, empezando por la narración de anécdotas personal fuera de caso, la pésima pronunciación de apellidos, los alaridos seguidos por chillidos, el patriotismo desaforado, la mala fe, y el pertinente acomodo al resultado, son solo unos pocos ingredientes que componen a ese mal formado y mal cocinado tamal, mejor conocido como el comentarista deportivo.
Para mi es realmente difícil, llegar a creer en personas que hacen tan mal su trabajo, si estos mismos trabajaran como ingenieros civiles o pilotos de avión, las tragedias hubieran sido incalculables. Por esto mismo dudo de todo lo que dicen durante las trasmisiones, empezando por los nombres y apellidos de los jugadores. ¿De dónde satanaces encuentran tantas combinaciones para el apellido de Bastian Schweinsteiger o el de Dirk Kuyt? tiene que ser un matadero de neuronas cada partido entre holandeses y/o alemanes. Inventar un nombre diferente, crear un apellido por cada trasmisión es sin lugar a dudas una labor titánica que implica muchos años de estar equivocado o borracho. La pena ajena llega a niveles atmosféricos, cuando deben compartir set con figuras rutilantes del deporte, gente que tiene más idea, versados y además, académicos del futbol, como Gustavo "el cuervo" Alfaro o incluso Jorge Valdano. Mientras estos los corrigen, los comentaristas hacen la del burro en subida, y con terquedad simplemente siguen a su paso, y no hacen más que hablar caca. El orgullo los lleva a ser tercos y no son amigos de la corrección, al contrario, entre mayor sea la desfachatez, mucho mejor va a ser el rating. Es por eso que ese duo-deno del comentario, se siente tan a gusto junto a José Luis Chilavert, que como comentarista de futbol es un gran maraquero. ¿Por qué no tomarse el tiempo de preguntarle a un alemán la correcta pronunciación? ¿Por qué no asesorase de un holandés, antes de quitarle el van, a un Van Persie? ¿No es Muller? ¿Entonces por qué dicen mula? ¿por qué dicen "oh si", acaso no es Ozil?
Pero aparte de ser comentaristas, son arquitectos, pero de la destrucción y la tontería. Crean un mar de fantasías en apenas 90 minutos, y son capaces de inventar campeones de la nada para después arrastrar a ese mismo que minutos antes era un Dios invencible. Manipular la realidad, es uno de sus grandes "poderes" en el comentario. Es así, como de repente, pueden hablar de las bondades de un jugador que está en la banca, el cual, entra a jugar, y de pronto se convierte en el mismísimo Aníbal Lecter. Son los mismos que alaban a un técnico por sus estudios y aportes al deporte, pero el cual, como cualquier ser humano, se equivocó, y desde ese instante se convirtió en el Garavito del balón. Ver situaciones que no existen es el común denominador para ser comentarista, este es un detalle que no pueden obviar, entonces, un fuera de lugar que en realidad fue una falta, una falta que fue una mano, un tiro libre que en principio era un tiro de esquina, son de situaciones típicas en la trasmisión.
Inflar un equipo es otra de esas características propia del comentarista. El mejor ejemplo fue lo sucedido con la selección Colombia. Durante los días que el equipo estuvo en Brasil, fuimos testigos de una campaña hostigante y fastidiosa por parte de los medios. Por cada jugada hecha, la hipérbole amarillo, azul y roja no se hacía esperar, los comentarios eran como nubes de moscos, no se veía más que eso, el zumbido y las ronchas diarias fueron el pan de cada día. Una vez el equipo quedo eliminado, llegaron las criticas camufladas en falsos "homenajes", el guayabo por parte de los hinchas que se vieron campeones del mundo fue evidente, pues aun hoy hay rastros en la sangre aguardientada de un montón de inocentes creyentes del comentario en el deporte rey.
Hay kilos y kilos de mondongo en esta olla a presión que cocina el comentarista del fútbol, como el día en que Ricardo Orrego quería entrevistar a German Burgos en pleno himno y este lo mandara a callar por su irrespeto, o como el momento en el que el cantante del gol gritando a toda tripa invadió con sus alaridos la trasmisión de sus colegas, o escuchar a Iván Mejía decir que los neozelandeses son pastores de ovejas y que David Luiz es un mechudo desordenado que flota y no juega a nada, estas, son apenas una pequeña muestra fecal, de lo que estos seres han llegado a hacer con el fútbol.
Por mi parte, seguiré viendo los partidos de fútbol, sean o no sean los del mundial, con el volumen en cero, en mudo, en silencio, porque detesto el ruido y la apología a la estupidez, no quiero que alguien repleto de gallinaza, con el ego a punto de reventar el botón del pantalón, me diga que es lo que debo pensar y creer de un partido de fútbol. Voy a seguir sacando mis propias conclusiones, acertadas o no, creyendo lo que yo quiero creer, disfrutando del ruido ambiente, de los cantos de la gente, de los gritos y groserías al árbitro, que todos mis sentidos gocen con el fútbol, pero eso sí, me niego rotundamente a tener que escuchar una vez más, esa maldita voz gritona como la conciencia, diciéndome a quien debo putear.
Bonus Track:
Por el beneficio de la duda, quisiera escuchar algún día a un comentarista alemán u holandés en alguno de sus relatos pronunciar con desespero Arnulfo Valenterria, Yair Arrechea, Hanyer Mosquera o Breiner Castillo.
Edgar Perea en una de sus mas finas intervenciones.
Es necesario aclarar que los comentaristas del fútbol son invenciones del diablo, o algún ángel caído que estaba muy desocupado y creyó que el ruido, la exageración y las triplicación al cubo de la letra R, eran elementos necesarios en el futbol. Teniendo clara esta premisa, es fácil entender el por qué, estos seres llegan a provocar tal repulsión en mi ulcera, y en mi cabeza, que ni el advil mas compuesto, fuerte y pateadolores, puede quitarme de los oídos tal volumen de sandeces y perversiones juntas. Estas personas, viven y mueren para el futbol, el futbol aparentemente es su razón de ser y es el motivo por el cual nacen, viven, comen, y se reproducen. Sus vidas giran en torno a este deporte, dicen ser eruditos y expertos del tema, lanzan criticas mordaces y poco veraces en contra de lo que ellos creen está mal o está bien. La objetividad, evidentemente la extraviaron en alguna cantina, o simplemente se les daño, cuando muy borrachos fueron al baño y esta, cayera por el excusado rumbo a la mierda y junto a ella. Es fácil amargarse escuchando a estos seres, empezando por la narración de anécdotas personal fuera de caso, la pésima pronunciación de apellidos, los alaridos seguidos por chillidos, el patriotismo desaforado, la mala fe, y el pertinente acomodo al resultado, son solo unos pocos ingredientes que componen a ese mal formado y mal cocinado tamal, mejor conocido como el comentarista deportivo.
Para mi es realmente difícil, llegar a creer en personas que hacen tan mal su trabajo, si estos mismos trabajaran como ingenieros civiles o pilotos de avión, las tragedias hubieran sido incalculables. Por esto mismo dudo de todo lo que dicen durante las trasmisiones, empezando por los nombres y apellidos de los jugadores. ¿De dónde satanaces encuentran tantas combinaciones para el apellido de Bastian Schweinsteiger o el de Dirk Kuyt? tiene que ser un matadero de neuronas cada partido entre holandeses y/o alemanes. Inventar un nombre diferente, crear un apellido por cada trasmisión es sin lugar a dudas una labor titánica que implica muchos años de estar equivocado o borracho. La pena ajena llega a niveles atmosféricos, cuando deben compartir set con figuras rutilantes del deporte, gente que tiene más idea, versados y además, académicos del futbol, como Gustavo "el cuervo" Alfaro o incluso Jorge Valdano. Mientras estos los corrigen, los comentaristas hacen la del burro en subida, y con terquedad simplemente siguen a su paso, y no hacen más que hablar caca. El orgullo los lleva a ser tercos y no son amigos de la corrección, al contrario, entre mayor sea la desfachatez, mucho mejor va a ser el rating. Es por eso que ese duo-deno del comentario, se siente tan a gusto junto a José Luis Chilavert, que como comentarista de futbol es un gran maraquero. ¿Por qué no tomarse el tiempo de preguntarle a un alemán la correcta pronunciación? ¿Por qué no asesorase de un holandés, antes de quitarle el van, a un Van Persie? ¿No es Muller? ¿Entonces por qué dicen mula? ¿por qué dicen "oh si", acaso no es Ozil?
Pero aparte de ser comentaristas, son arquitectos, pero de la destrucción y la tontería. Crean un mar de fantasías en apenas 90 minutos, y son capaces de inventar campeones de la nada para después arrastrar a ese mismo que minutos antes era un Dios invencible. Manipular la realidad, es uno de sus grandes "poderes" en el comentario. Es así, como de repente, pueden hablar de las bondades de un jugador que está en la banca, el cual, entra a jugar, y de pronto se convierte en el mismísimo Aníbal Lecter. Son los mismos que alaban a un técnico por sus estudios y aportes al deporte, pero el cual, como cualquier ser humano, se equivocó, y desde ese instante se convirtió en el Garavito del balón. Ver situaciones que no existen es el común denominador para ser comentarista, este es un detalle que no pueden obviar, entonces, un fuera de lugar que en realidad fue una falta, una falta que fue una mano, un tiro libre que en principio era un tiro de esquina, son de situaciones típicas en la trasmisión.
Inflar un equipo es otra de esas características propia del comentarista. El mejor ejemplo fue lo sucedido con la selección Colombia. Durante los días que el equipo estuvo en Brasil, fuimos testigos de una campaña hostigante y fastidiosa por parte de los medios. Por cada jugada hecha, la hipérbole amarillo, azul y roja no se hacía esperar, los comentarios eran como nubes de moscos, no se veía más que eso, el zumbido y las ronchas diarias fueron el pan de cada día. Una vez el equipo quedo eliminado, llegaron las criticas camufladas en falsos "homenajes", el guayabo por parte de los hinchas que se vieron campeones del mundo fue evidente, pues aun hoy hay rastros en la sangre aguardientada de un montón de inocentes creyentes del comentario en el deporte rey.
Hay kilos y kilos de mondongo en esta olla a presión que cocina el comentarista del fútbol, como el día en que Ricardo Orrego quería entrevistar a German Burgos en pleno himno y este lo mandara a callar por su irrespeto, o como el momento en el que el cantante del gol gritando a toda tripa invadió con sus alaridos la trasmisión de sus colegas, o escuchar a Iván Mejía decir que los neozelandeses son pastores de ovejas y que David Luiz es un mechudo desordenado que flota y no juega a nada, estas, son apenas una pequeña muestra fecal, de lo que estos seres han llegado a hacer con el fútbol.
Por mi parte, seguiré viendo los partidos de fútbol, sean o no sean los del mundial, con el volumen en cero, en mudo, en silencio, porque detesto el ruido y la apología a la estupidez, no quiero que alguien repleto de gallinaza, con el ego a punto de reventar el botón del pantalón, me diga que es lo que debo pensar y creer de un partido de fútbol. Voy a seguir sacando mis propias conclusiones, acertadas o no, creyendo lo que yo quiero creer, disfrutando del ruido ambiente, de los cantos de la gente, de los gritos y groserías al árbitro, que todos mis sentidos gocen con el fútbol, pero eso sí, me niego rotundamente a tener que escuchar una vez más, esa maldita voz gritona como la conciencia, diciéndome a quien debo putear.
Bonus Track:
Por el beneficio de la duda, quisiera escuchar algún día a un comentarista alemán u holandés en alguno de sus relatos pronunciar con desespero Arnulfo Valenterria, Yair Arrechea, Hanyer Mosquera o Breiner Castillo.
Aquí en Perú tenemos a Eddie Fleischman, el poeta de lo obvio (cito: "Feliz día del padre a todos los padres que tienen hijos") y a otro que no sé su nombre pero que me hace tener ganas de arrancarme los oidos cada vez que pronuncia el apellido del alemán ese: Shuaztaiga. Pasate por mi blog un día de estos www.caleogam.wordpress.com Saludos desde Trujillo - Perú